Lo mejor y lo peor es el lastre de sentir no merecerlo, que
una mañana todo se esfume sin avisar. Siete años deslumbrado, siete años de
sueños y esperanza, siete años de desvelos desde la confianza en la cordada, siete años de amor y admiración, siete años
de aventura. Gracias por seguir enseñándome que la vida era esto. En capilla hasta finales de junio, le sigo
debiendo un artículo al Padre Ángel, el que nos unió otro gris ocho de junio
bajo los benditos cielos de la Peña de Francia.
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