Artículo redactado con motivo de la publicación de
la segunda edición ampliada de “De
Austerlitz a Ciudad Rodrigo (1805-1812)” de Carlos Bravo Guerreira.
Casi todos
los mirobrigenses sabemos que en el Arco del Triunfo de París,
construido para conmemorar la victoria de Napoleón en Austerlitz, hay una
inscripción con el nombre de nuestra ciudad. Casi todos podrían contar algo
sobre el papel de Ciudad Rodrigo en las guerras napoleónicas, aunque
probablemente la mayoría de aportaciones fueran parciales, aproximadas o inexactas.
He aquí un libro que bien podría servir de fácil
puerta de entrada a un conocimiento rico y riguroso sobre el papel de nuestro
pueblo en la contienda.
El libro no es un ensayo o libro de Historia sino
una novela histórica. Aunque leí muchos libros del género cuando era chaval y
lo considero una perfecta vía para iniciarse tanto en la lectura como en la
pasión por la Historia, ahora transito terrenos más áridos o aburridos, ya que tengo problemas en mi relación con la historia
novelada, los mismos que expresan mejor que yo dos autores en sendas novelas
históricas sui generis, Emmanuelle Carrère
y Laurent Binet en “El reino” y en “HHhH” respectivamente, dos de los
mejores libros que he leído últimamente, por otra parte. Ellos creen que es
casi imposible construir la voz de personajes de otro tiempo con nuestras
palabras, fruto de una mentalidad e idiosincrasia muy distintas; que por mucho
que estudiemos la época, siempre habrá algo forzado o impostado en su forma de
enfrentarse y contar otros tiempos. Por eso en estos libros que mencionaba, el
autor aparece continuamente como tal para expresar sus escrúpulos e
inseguridades al describir episodios sobre los primeros tiempos del Cristianismo
o Heydrich, el jefe de la Oficina Central Seguridad del Reich.
Sin embargo, la mayoría de lectores no suele tener
este tipo de problemas en forma de sensibilidad acusada algo enferma, considerando por
otra parte que “De Austerlitz a Ciudad
Rodrigo” es una estupenda forma de acercarse a nuestra historia además de a
una época crucial en la Historia, la de la incipiente construcción del nuevo
mundo que se avecinaba tras la publicación de los valores de la Ilustración y la Revolución Francesa,
a punto de poner punto final al Antiguo Régimen.
Hasta ahora me he centrado en Ciudad Rodrigo porque
aparece en el título y porque soy
mirobrigense, pero el libro trata de mucho más. Valiéndose de la figura de un
oficial francés, Charles Lasalle, se
describirá la lenta agonía de las tropas francesas en la península ibérica,
casi seis años de ocupación y cinco de guerra, durante los cuales La Grande Armée se convertirá en
bastante menos grande, achicando su fuerza, prestigio y leyenda hasta el
descalabro final de la campaña de Rusia finiquitada de mala manera a finales de
1812 con unas bajas inasumibles, a la espera del epílogo de Waterloo, tres años
después.
El mejor análisis, el balance de la aventura en la
península ibérica lo deja escrito para la posteridad su propio artífice, el
Emperador, que ya en el exilio de Santa Elena, a la espera de la muerte,
escribe:
«Todas
las circunstancias de mis desastres vienen a vincularse con este nudo fatal; la
guerra de España destruyó mi reputación en Europa, enmarañó mis dificultades, y
abrió una escuela para los soldados ingleses. Fui yo quien formó al ejército
británico en la Península».
Eso es el libro, algo del retrato de la “úlcera
sangrante española”, escalonado en las tres invasiones de Portugal, fracasadas
una tras otra, al mando de Junot (1807),
Soult (1809) y Massena (1810), situada en el marco general de nuestra Guerra de la Independencia, Guerra
Peninsular para los ingleses.
La obra es una ventana idónea para asomarse a lo que
ocurrió a nuestro alrededor hace doscientos años, para que cuando visitemos
parajes o emplazamientos como el fuerte de la Concepción de Aldea del Obispo, Almeida y el puente sobre el río Côa, el
puente de los Franceses junto a San Felices, la Cañada Real a su paso por Bodón,
Fuentes de Oñoro, Arapiles o simplemente caminemos por las calles de nuestra
ciudad, lugar importante desde 1808 a 1812, veamos, además de los combates o batallas que
se desencadenaron, también los hechos que condujeron a ellos o sus consecuencias.
Una novela poblada de personajes
históricos de primer orden, vistos a través de los ojos de un oficial francés
lleno de dudas a pesar de su brillante carrera militar.
Como decía antes, a pesar de ser la novela una vía
ligera, la considero rigurosa en la exposición de los hechos puramente
históricos, teniendo en cuenta la condición del autor, Carlos Bravo Guerreira, General de Caballería, hoy en el retiro,
además de psicólogo, en el que, aun no conociéndolo, seguro se aúnan durante su
vida, pasión y profesión. De ahí la
exhaustiva descripción de la organización interna del ejército durante aquella
época, con especial atención al caballo, entonces arma de guerra fundamental, de
su armamento, de la cadena de mando
entre las unidades, de la táctica y estrategia, de sus movimientos en combate y
otros que parecen menos importantes pero son fundamentales para ganar cualquier
guerra, de la logística e intendencia. Cuando mi suegro ve la bala de la guerra
que tengo, siempre comenta que cómo vendría de tan lejos tanta gente por
aquellos caminos, que debió ser un lío del demonio. Ese comentario es más
lúcido de lo que parece a primera vista, porque se fija en una de las claves de
su desenlace, ya que una de las más importantes razones del fracaso del
ejército francés en la península fue el descuidado sistema de abastecimiento,
además de las intrigas, indisciplina y divisiones internas entre los altos
mandos.
Libro centrado en el mundo de la alta oficialidad,
que nos pone en contacto con los centros de poder, cuyo oficio es la guerra que, a pesar de despiadada
y cruel, se ajusta a unas reglas, a mí parecer algo en contraste con la guerra
real, que siempre ha sido y será la brutalmente retratada por un cronista de
excepción en la época: Goya. Un
mundo, una Europa al borde de la transformación en algo distinto, aunque aquí
tocó penar muchos años más por la maldita suerte de sufrir uno de los peores
gobernantes de nuestra Historia, el miserable rey felón de infausto nombre. Ese
mundo que conecta cultura griega, el orden romano y la moral cristiana que
decía Pessoa, además del Humanismo renacentista y las luces de la
Ilustración, para producir como
fruto nuestra civilización, casi todo lo que somos hoy como sociedad y que a menudo no valoramos lo suficiente.
Al mundo estrictamente militar, también se le unen trazos más gruesos sobre política,
sociedad y economía, donde convive el afrancesado con el guerrillero, o las por
ejemplo curiosas protestas de la opinión
pública inglesa contra el mantenimiento de tropas en Portugal por el desmedido coste, lo que parece no
alejarnos demasiado de conflictos recientes o por venir, o los precios de las
materias primas y evolución de los mercados, lo que da fe de las muchas horas
del trabajo del autor para dar una visión más ajustada de la realidad.
La edición fue recientemente ampliada incluyéndose
la decisiva batalla de Arapiles en julio de 1812, desastre el ejército
napoleónico que acaba definitivamente con sus esperanzas de salir con bien de
su expedición tras los Pirineos, y que creo cierra de forma más propia y
natural el libro.
Además se adjuntan láminas, planos y retratos de
emplazamientos, batallas o personajes especialmente relevantes de gran utilidad,
que ayudan a comprender la información aportada.
Aunque supongo se podrá encontrar en cualquier
librería de Ciudad Rodrigo, la segunda edición –la primera era de la Diputación de Salamanca-, ha sido
publicada en Artgerust Editores.
Antes comentaba que no conocía al autor, Carlos
Bravo Guerreira. Efectivamente así es; sin embargo, tenemos pendiente una
próxima cita en primavera, a fe mía algo novelesca, en el fuerte del pueblo
donde nació, en la “Estrella de poniente”. Qué mejor lugar para conocer a un
general.
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