martes, 23 de agosto de 2016

Al lío


De nuevo comenzamos una de las semanas más estimulantes del año en Ciudad Rodrigo. Semana de vacaciones en la que, tras estudiar por la mañana, toca relajarse y disfrutar cada tarde para seguro econtrar vivas palabras de vida que me mostrarán, al menos por un instante, ese algo más que algunos rastreamos a cada paso. 

Después, sobre todo a partir de octubre, la vida pública de Ciudad Rodrigo en gran medida se reduce a si los toros han de venir desde más arriba o más abajo, lo que no deja de ofrecer cierto interés antropológico, no la ubicación, sino el desvelo.

Y seguiríamos con la carnavalización de la Semana Santa, que esa es otra.

Tercera Feria de Abril

Acabo con un magnífico poema de Wislawa Szymborska sobre el teatro y la vida. Hace unas semanas le pedían a Juan Goytisolo que recomendara un libro y mencionó la "Antología poética" de la nobel polaca, el volumen de la editorial Visor que yo acababa de terminar. Como para él, para mí también ha sido todo un descubrimiento - a pesar de que hace unos años ya había publicado un par de poemas en el blog-. Imposible no enamorarse de esta poeta de lo sencillo, que escribe sencillo y certero sobre lo más cercano y simple, ansiando pureza, huyendo del artificio, extrayendo la esencia de lo que a todos nos importa, siempre lo mismo. Alguien dijo que los temas siempre son los mismos, lo que cambia es su tratamiento. He aquí una forma de mirar personal y cercana capaz de atrapar algo de verdad.
 Impresiones teatrales

Para mí, lo esencial de una tragedia es el sexto acto:
el resucitar de los muertos en la batalla del escenario,
el retocar pelucas y vestuario,
el arrancar el puñal del pecho,
el quitar la soga del cuello,
el unirse en fila a los vivos
de cara al público.

Saludos individuales y colectivos:
la mano blanca en el corazón herido,
la reverencia de la suicida,
la inclinación de la cabeza cortada.

Saludos en pareja:
la ira ofrece el brazo a la mansedumbre,
la víctima mira extasiada los ojos del verdugo,
el rebelde acompaña al tirano sin rencor.

El pisotear la eternidad con la punta de un borceguí dorado.
El disipar moralejas con las alas del sombrero.
La incorregible disposición a volver a empezar a partir de mañana.
La entrada en fila india de los muertos mucho antes,
en el tercer acto, en el cuarto, en los entreactos.
El milagroso retorno de los desaparecidos sin rastro.
Pensar que entre bastidores han aguardado pacientes,
sin quitarse las vestimentas,
sin limpiarse el colorete,
me conmueve más que los monólogos de una tragedia.

Pero lo en verdad solemne es la bajada del telón
y lo que se sigue viendo por una estrecha rendija:
aquí una mano que se precipita hacia una flor,
allá, otra mano recoge la espada caída.
Y sólo entonces una tercera mano, la invisible,
cumple con su cometido:
me agarra por el cuello.



No hay comentarios:

Publicar un comentario