viernes, 22 de marzo de 2019

De lo efímero


Suelo hacer cursos de la UNED sobre Derecho, Historia y Arte pero a principios de año vi uno sobre Escritura Creativa y como era baratino y nada exigente, con solo una sesión a la semana, me apunté, más que nada por curiosidad. Como he pasado el año en otras guerras, lo había dejado aparcado hasta ahora y no había visto nada. Tengo que hacer varios ejercicios, este es el primero, lo que se me ocurra  partiendo del significado etimológico de mi nombre. 

"DE LO EFÍMERO"

Posible significado etimológico de Abel: debilidad, fragilidad, vano, efímero, nada.

Nacer es volverse tiempo, convertir el tiempo en carne y darle un nombre. Sin embargo, poco habrá más extraño que nombrar a un fragmento de tiempo, a un instante, al espacio entre dos latidos, a una secuencia, a un lamento en suspenso. Qué mejor nombre que efímero.

La nada se ajusta a su papel en la obra, al guion para ella escrito hasta que un mágico día empieza a recordar. Justo en ese instante entiende de qué materia está formada, comprende que está hecha de tiempo y entonces comienza  su desnortada carrera por atraparlo y lo llama vida, tratando de combatir su fragilidad y la íntima desazón de sentirse desaparecer, buscando convertir en eterno lo efímero.

Nacer es convertirse en tiempo, en ir acumulando lo transcurrido desde un fogonazo de dolor explicado que no recordado, atraparlo y llamarlo experiencia; una experiencia tramposa que hace creer en la ilusión de que la vida tuvo o no un sentido, experiencia como requisito para la verdadera mirada humana, la mirada hacia atrás, para el orgullo o el remordimiento.

Y la nada se cree algo y lucha por ser algo, se acicala y hasta se compra un espejo para parecer, para decir que ve un reflejo donde no hay nada. Y no le basta con ello, que hasta quiere trascender, ser incluso después de sí misma, antes de volver a desaparecer en la nada eterna.

Una nada solo puede estar rodeada de silencio y a ese silencio lo llama Dios y a ese silencio lo dota de elocuencia y lo describe como luz en la oscuridad, una luz que es el propio tiempo, que es su propia imagen.

Tras lo efímero, el vacío. Hasta que la nada percibe que en realidad no existe un después porque el tiempo, el instante, la vida no sucedió, sino que está sucediendo continuamente, y eso que la nada llama pasado no es un término apropiado porque siempre está en ella, conforma su propia naturaleza.

“El resto es silencio” son las últimas palabras del príncipe Hamlet. “Nada regresa a la nada” advierte y consuela Lucrecio. Ahí está todo, todo lo que hay, no hay más.

Firmado: Efímero.

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