domingo, 1 de diciembre de 2019

Presentación de "Como los hijos de Atticus", libro de Rebeca Jerez


Ha sido una semana complicada a nivel trabajo-estudio-familia con lo que había llegado el día de autos y no había escrito nada; cierto es que contaba con la red de seguridad de tirar de algo de mi  prólogo para cumplir con el expediente, pero me apetecía escribir algo especial, dedicado a un día especial como el de ayer. 
La idea era que si salía algo rápido y fluido a primera hora, se le daba el visto bueno y palante,  de otra forma no merecía la pena andar parcheando porque el lunes tengo controles del máster, y bajo presión no se escribe bien,  o mejor dicho , no se reescribe bien.
Ayer por la mañana me presenté en la UNED a las nueve para estudiar,  pero resulta que abren a las diez, así que me fui a un bar a tomar un café y es donde pergeñé a bolígrafo mi intervención. 
A veces es mejor no darle tanta vuelta, el texto no es redondo pero funciona, sobre todo porque se acerca a contar lo que quiero contar. 
Lo único que podía fallar es que no me entendiera mi letra, para mí, tara ya casi atávica. 


LA LLAMAMOS REBECA

Rebeca responde a ese hombre que somos todos, el que se hace preguntas que no puede responder, y es que para ella todo se muestra diáfano.
Pues Rebeca contesta al sentido de la vida con la propia vida, con el inagotable movimiento, con la llamarada que subyace bajo el cotidiano acontecer.

Porque si Rebeca para, se muere.
Porque si Rebeca calla, la proyección se detiene.
Porque si Rebeca no ríe, su mundo, nuestro mundo, no gira.

Es para Rebeca el existir un grito de afirmación
El ser un hacer
El hacer un compartir
El ser como voluntad
El ser como acción.

Contaba aquello tan certero Unamuno de que sin lucha no hay vida, mas la de Rebeca no es una lucha triste, oscura y badía.
Su pelea es vida, luz y llamada.

Y siempre,
Siempre al fondo del pasillo
Al otro lado de la realidad granítica
Siempre bajo las faldillas del prejuicio
Oculta en la entretela de su corazón
El secreto de su fuerza y su risa: la palabra.

Se me permita la irreverencia de tirar de esa maravilla filosófico-literaria que es el comienzo del Evangelio de San Juan: la palabra estaba con Dios y la palabra era Dios.
Me pregunto yo ahora si Rebeca fue antes o después de su palabra, o si, en fin, su palabra es Rebeca o cabe Rebeca sin palabra.

Palabra
Palabra que es proyectil contra la condescendencia y el sopor
Palabra que es salmón río arriba
Fugaces destellos de luz bajo el torrente abrumador

Porque Rebeca-palabra o la palabra de Rebeca responde a esas preguntas que el hombre consciente de su fin, rumia en soledad.
Ella vislumbra claro el rumbo y el destino, y lo persigue sin descanso y sin tardar.
Y responde con su ser,
Modos de vida y luz.

Nerviosa lagartija al sol recorriendo el muro de la muerte anunciada, la física y la de la tierra que ama, rastreando cada griega y ojo de aguja, para advertir, puño en alto, a todo aquel que le sostiene la mirada que, sin embargo, todo es posible.
Que todo es posible desde el desmedido y blindado amor a los suyos y a su tierra, a los suyos en su tierra; porque ella no quiere ir más lejos, porque quiere seguir siendo aquí, no aceptar la asumida condena de que somos los últimos, a los que nos toca cerrar la puerta del futuro.

Porque Rebeca es respuesta y propuesta al borde de la oscuridad.
Porque Rebeca no acepta más que ser un durante
Ni le vale un antes
Ni le vale un después
Porque la respuesta es ahora
Y todo lo demás está a dos millas de la eternidad.

Este libro es su palabra
Su manual de instrucciones
Su plano de orientación.
Si este libro tiene fuerza es porque esta tan lleno de Rebeca
Que casi casi es nuestra Rebeca,
La que nos sorprende cada día
Dos instantes antes de que se apague el eco de su carcajada desbocada.

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