Llevar un vida al límite del continuo y pertinaz colapso te obliga a renuncias; una de ellas la escucha de discos. Mi amor por la minería musical sigue vivo pero ahora se manifiesta en la triste de escucha de canciones, que ya voy compartiendo en facebook. Raro, rarísimo aquellos lujos de antaño de pararse a escuchar un disco completito. Como leo, como estudio, como escribo, como entreno: en modo francotirador, alerta para aprovechar los resquicios del día y, a cambio, disfrutar con fugaz fruición de cada pasión. Sin embargo mi enfrentamiento emocional e intelectual a la obra musical no puede ser otro que el mamado desde crío, al del disco como marco. De ahí que, aunque sea testimonial y fraudulentamente por desconocimiento supino, me obligue a elegir un par de discos del año, un par de frases para definirlos
BIZNAGA: "Bremen no existe". El movimiento de la música popular es el de ciclo y el rock volverá, aunque algunos se encargan de portar el testigo. Partiendo de la tradición de nuestro mejor rock, maldito e incómodo, brillante crónica malencarada del desencanto frente a la estafa del futuro.
NILÜFER YANYA: "Painless". Un disco cajón de sastre, facturando con elegancia y suficiencia las mejores referencias de ochentas y noventas, del rhythm and blues al indie. Y la sensación de que esta chica tan dotada por presencia y recursos, no está más que probando, dudando por dónde tirar para ofrecernos esa mejor obra seguro por llegar.
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