domingo, 24 de enero de 2021

Secretario


En la portada de mi blog tengo un apartado que denomino Las joyas de la corona: kilómetros, libros y soledad, donde vengo a relatar un curriculum, mayormente deportivo, de logros que me costó conseguir, metas que me exigieron mucho esfuerzo y que precisamente por ello mereció la pena alcanzar. El último epígrafe lo titulo El verdadero ultrafondo, donde me centro en méritos académicos, en libros más que en kilómetros, que para mí viene a ser lo mismo, porque al final toda pelea se reduce a compromiso y soledad.

Termino ese apartado con este texto: Entre el amor y el odio a mi profesión, la Administración Local, un mundo tan ingrato como reconfortante. De la denostada y orgullosa orden militar de los Guardianes de la norma y el procedimiento, el sagrado fuego frente a la arbitrariedad, cuyo espíritu solo han de entender los camaradas. Convertir destino en conciencia, que decía Malraux, esa es la cuestión.

Como señalo, la mayoría no entiende ese párrafo porque una montaña de prejuicios distorsiona la imagen de la actividad administrativa y el funcionariado. Sin embargo, la realidad de la Administración es exigente y abrasadora para el profesional responsable y comprometido. Además la Administración Local se construye sobre una tensión constante entre técnicos, políticos y ciudadanos, tensión  que se prevé fructífera para el Municipio, para remar con rumbo cierto y seguro. En ese mecanismo las fuerzas de tracción siempre se centran en una pieza: el Secretario, en el mando del personal técnico, que sometido al a veces dúctil margen del derecho, se convierte en cauce de presiones para  frenar o impulsar lo pretendido, otorgándole la garantía inherente al procedimiento administrativo.  

En alguna ocasión le decía yo a Carlos que su papel en un gran ayuntamiento como Ciudad Rodrigo, en un ayuntamiento de Corte, se me asemejaba al del malabarista de la foto, pendiente en todo momento de que no cayera ningún plato al suelo, en una tensión constante que puede ceder en algo pero nunca desaparecer. De hecho el concepto vacaciones queda bastante diluido para alguien que debe estar conectado casi cada hora durante todo el año, sin posibles vías de escape. Llevar a cabo esa labor  con humor, sin orgullo mal entendido, con la nobleza del que no le duelen prendas en mostrar dudas, con el saber estar del nunca perder las formas en los momentos de máxima tensión, con la capacidad para consultar y dialogar en esa labor de zapa e interpretación de normativa tantas veces críptica o difusa, con la cercanía y  valiosa cualidad de saber tutelar, corregir y estimular, con palabras y ejemplo, convierte en un tremendo privilegio haber trabajado a su lado, en un aprendizaje constante que lo fue para mí hasta el último día. 

Yo no fui buen profesional durante mucho tiempo, unos años para mí terribles por transitar la vida como alguien que no era, alejado de mi propia naturaleza al soportar abrumado unas circunstancias que me superaron,  y sin además ser capaz de pedir ayuda. Varios giros bruscos e inesperados en mi vida increíblemente me salvaron y me situaron junto a Carlos, y sin él saberlo, fue la persona que creo me sanó por completo para finalmente encontrarme a mí mismo. Quién iba a dar que a estas edades iba a colocar a otra figura al lado de don Luis, mi maestro de EGB, al que ya le he dedicado algún artículo, por hacerme comprender quién era yo y cuál era mi camino, básicamente el del pensamiento abstracto y las Humanidades, camino por otra parte traicionado, ahora creo que para bien. Carlos, sin él saberlo, ejerció igualmente de mentor, abriéndome un mundo y una parte de mí que yo ni siquiera intuía. 

Al fin él es el único culpable de que mi tercera carrera sea Ciencias Jurídicas de la Administración y no Historia, por descubrirme un insospechado placer por el estudio y la práctica del Derecho. Evidentemente nunca disfrutaré del Administrativo como leyendo a Plutarco o Montaigne (porque eso lo coloco entre  lo mejor de la vida), pero hasta a mí me sorprende mi curiosidad por las claves y arcanos de un mundo deliberadamente oscuro y amenazador para el profano, para el que no ejerce el sacerdocio en la secta. Sabiendo, eso sí, que en el fondo subyace una historia o una filosofía del Derecho para la que sí me sé específicamente inclinado y dotado.

Le debo este ineludible gracias en cuatro párrafos porque nadie más se lo ofrecerá al final de su vida profesional, porque  un trabajo como el suyo jamás se valora ni  tiene el reconocimiento que merece, más allá de los cuatro colegas que sabemos lo duro de su tarea y el mérito de su obra cotidiana. No creo que volvamos a coincidir profesionalmente, pero quién sabe, ya cantaba Quique lo de que la vida te lleva por caminos raros. Mas sí aguardo el momento en que un Carlos jubilado, con ya el vendaval como lejano rumor de fondo, me confiese que en algo anhela los malos momentos, el vértigo del tren en marcha, como a él le gusta describir nuestro trabajo.

Destino en conciencia dice Malraux. Talleyrand lo dice de otra manera en una adaptación a mis fines de la que tiro algo tramposamente: Se dice que se ama a la República, pero la sola forma de amar la República es la de vincularse a la posición en la cual se la sirve. Yo digo que no cabe desprenderse del papel de Secretario cuando se es un gran Secretario, que solo se puede ser buen secretario si nunca se deja de serlo.

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