domingo, 16 de junio de 2024

Springsteen, Madrid 2024. La crónica imposible


Unas líneas escritas sin tener claro con qué fin, quizá el inmediato de tratar de entender el secreto por el que el embrujo de Springsteen permanece inalterable a lo largo de una vida en el que casi todo cambió, pero en la que misteriosamente él sigue presente. Estos conciertos  dan fe de que ese  hechizo afectó de igual forma  a multitudes, para los que encarnó una suerte de guía, de apoyo, de consuelo, de forma de ver la vida, de ver lo bueno y sobre todo lo malo.

En la Antigüedad el hombre se servía de los mitos para tratar de explicarse su papel en el universo. Cuando me enfrento a Bruce, lo hago a través de una personal forma de mitología, en la que él y sus canciones cumplen la misma función, se convierten en un recurso para comprenderme, en definitiva la razón del arte y la cultura, mediadores con el tiempo, verdadera medida de la condición humana. Una puerta abierta desde mis quince años, un puente que llegó para transformarlo todo. Mi historia contra su historia, mi historia contra las de sus personajes.

Por esta razón este concierto no es uno más, por esta razón los usuales criterios de valoración, ceden. Es evidente que a estas alturas, a sus casi setenta y cinco años, ni él es el mismo ni su banda es aquella durante décadas definida como la mejor banda de rock del mundo en directo. Sin embargo, paradójicamente, la consciencia de esa vulnerabilidad, compartida por oficiantes y discípulos, potencia la magia durante la liturgia. Todos en el estadio sabemos que esos instantes son irrecuperables, que se ha de prescindir de convenciones y cinismos para lanzarse de cabeza a la comunión, a la emoción de formar parte de un privilegio fugaz.

Durante el concierto Bruce, desde un cancionero mucho más rico y sutil que el supuesto por el profano o el conocedor superficial , reitera las referencias al pasado, apela a los espíritus de los que ya no están y a celebrar el presente sin perder de vista lo vivido. Es entonces cuando milagrosamente se consigue que todo permanezca intacto, que junto a mi mujer y mi hija de diez años vuelva a ser el mismo que un día de 1985 introdujo una cinta pirata en un pequeño reproductor y presionó play sin saber que a partir de entonces toda su vida se convertiría en algo distinto y mejor. Hoy no queda más que ser testimonio, dar fe del poder del rock.

Misterios del arte, misterios de la música, misterios de Springsteen.

P.S. Dedicado a Fran, otro pasional melómano que nos ha abandonado antes de tiempo. Bruce se despide en acústico con una canción en la que se rebela contra la muerte como fin, y es que nuestras canciones seguirán siendo nuestro invulnerable punto de encuentro.  

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