En la
Antigüedad el hombre se servía de los mitos para tratar de explicarse su papel
en el universo. Cuando me enfrento a Bruce, lo hago a través de una personal forma de
mitología, en la que él y sus canciones cumplen la misma función, se convierten
en un recurso para comprenderme, en definitiva la razón del arte y la cultura,
mediadores con el tiempo, verdadera medida de la condición humana. Una puerta
abierta desde mis quince años, un puente que llegó para transformarlo todo. Mi
historia contra su historia, mi historia contra las de sus personajes.
Por esta razón este concierto no es uno más, por esta razón los usuales criterios
de valoración, ceden. Es evidente que a estas alturas, a sus casi setenta y
cinco años, ni él es el mismo ni su banda es aquella durante décadas definida
como la mejor banda de rock del mundo en directo. Sin embargo, paradójicamente,
la consciencia de esa vulnerabilidad, compartida por oficiantes y discípulos,
potencia la magia durante la liturgia. Todos en el estadio sabemos que esos instantes son
irrecuperables, que se ha de prescindir de convenciones y cinismos para lanzarse
de cabeza a la comunión, a la emoción de formar parte de un privilegio
fugaz.
Durante
el concierto Bruce, desde un cancionero mucho más rico y sutil que el supuesto por el profano o
el conocedor superficial , reitera las referencias al pasado, apela a los
espíritus de los que ya no están y a celebrar el presente sin perder de vista lo vivido. Es entonces cuando milagrosamente se consigue que
todo permanezca intacto, que junto a mi mujer y mi hija de diez años vuelva a
ser el mismo que un día de 1985 introdujo una cinta pirata en un pequeño reproductor y presionó play sin saber que a partir de entonces toda su vida se convertiría en
algo distinto y mejor. Hoy no queda más que ser testimonio, dar fe del poder del rock.
Misterios
del arte, misterios de la música, misterios de Springsteen.
P.S. Dedicado a Fran, otro pasional melómano que nos ha abandonado antes de tiempo. Bruce se despide en acústico con una canción en la que se rebela contra la muerte como fin, y es que nuestras canciones seguirán siendo nuestro invulnerable punto de encuentro.
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