jueves, 29 de mayo de 2014

De nuestras murallas



"Victus" es una novela de Albert Sánchez Piñol cuyo protagonista es un maganón o ingeniero militar encargado de las fortificaciones durante la Guerra de Sucesión. El libro es un pestiño de cuidao, lleno de sentimientos de cartón piedra, que probablemente me hubiera encantado cuando iba al insituto, pero voy a compartir algo que me pareció curioso por lo bien que se aprecia en nuestra ciudad.
En un capítulo habla sobre las murallas y su evolución. De cómo inicialmente la muralla era la clásica que todos imaginamos (el perfil de Ávila), alta y vertical. Cuanto más gruesas y más altas, más fuerte se consideraba la defensa.


Más tarde, con el desarrollo de la artillería, aquellas se vuelven inútiles y se opta por ocultarlas tras un foso, casi "enterrarlas" incluso por debajo del nivel de los edificios de la ciudad, con lo que se podía producir el curioso efecto según el cual, alguien que se acercara a la ciudad, podría creerla desguarnecida. También se inclinan las paredes, incluso hasta los sesenta grados, con los que se dificultaba la labor de  los proyectiles de cañón de tiro oblicuo.

Los torreones se sustituyen por baluartes, esos fortines incrustados en las murallas en forma de pentágono, que se apoyan entre sí mientras cubren los lienzos de las murallas que los separan.

Además, se busca una protección aún mayor con construcciones avanzadas, una de cuyas formas son los revellines, que provocan un gran desgaste en el ejército atacante, antes de que los defensores se replieguen al interior de la ciudad, volando las pasarelas. 

Los dicho, pequeño apunte que me llamó la atención porque  basta dar una vuelta a nuestra ciudad para apreciar las diferencias descritas entre los retocados y escasos restos de la muralla medieval y la fortificación moderna.

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