(A
cuenta de la charla de las restauradoras del “Cristo en la cruz” de Álvaro de
Rivas)
El cuadro como una puerta del tiempo, una calle oscura
que volver a iluminar.
Un trabajo que es poner en marcha el tiempo hacia atrás,
mas no tan aprisa que no se note la edad.
Desde la veneración y el respeto por la creación de
más de tres siglos atrás, no pintar ni una brizna más, no limpiar ni una capa
más, no contar ni una coma más.
La herida en forma de cuarteado y pérdida solo admiten
la receta de la paciencia y lentitud del buen hacer. Siete meses de dedicación
para este “Cristo en la cruz” de Álvaro
de Rivas que hoy preside nuestra Catedral.
Desde la exigente ortodoxia, advertencia a los que
tiran por la calle de en medio para en lugar de restaurar, inventar o
malograr.
Demasiado patrimonio descontrolado al albur de buenas
y malas intenciones avisando de atajos siempre más baratos y accesibles
Se me alcanzan pocos trabajos más bellos cuyo producto
sea más reconfortante.
El milagro de descontar
el tiempo, el milagro de indultar lo condenado.
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