En 2015 se creó la Asociación de Amigos del Castro
de Irueña con el fin de la promoción e impulso de acciones encaminadas al mejor
conocimiento, divulgación y puesta en valor del yacimiento.
Dentro de aquellas se incluye la celebración de las
Primeras Jornadas sobre el Castro de Irueña, cuyo balance no puede ser más que
positivo, sea cual sea el grado de interés del asistente, desde el vinculado
emocionalmente a Fuenteguinaldo hasta el profesional o titulado, pasando por el
aficionado a la Historia, sea más o menos riguroso en su pasión. Durante dos días se aportaron conclusiones, pocas,
reflexiones y propuestas de acción, muchas, como debería ser en cualquier
puesta en común de ámbito académico.
Charlas en las que se compartieron muchos datos de
interés sobre el castro, su historia, su descubrimiento y sus posibilidades. Se
trata de un terreno de tránsito inseguro, tanto desde el punto de vista de la
interpretación del pasado, la que bascula entre el pretendido análisis metódico
del objeto de estudio y la devoción entusiasta, como de las posibles vías de
recuperación, pretendiendo marcar los caminos de futuro más convenientes para
el devenir de ese tesoro de alcance incierto que se oculta bajo nuestros pies.
En todos los pueblos de España hay foros donde se
relata sobre su belleza, pasado más o menos remoto o personal, sobre la
excelencia de “lo nuestro”, lo que está muy bien, ha de ser así, porque es una
forma de crear comunidad, promocionar y compartir cultura. Pero el castro de
Fuenteguinaldo como objeto de atención, exige el rigor de una disciplina
científica. A partir de ahí, en el diseño del futuro entran en juego muchos
factores relacionados con los dictámenes técnicos y sobre todo con la
disponibilidad de recursos para buscar la vía más provechosa para todos.
Julio
Mangas Manjarrés, catedrático de Historia Antigua de la
Universidad Complutense de Madrid, tras su jubilación profesor emérito y
honorífico, mantiene el tono sereno y educado del que sabe mucho, porque el
cuento siempre va a así: el que ha leído mil libros sabe con certeza algo que
no conoce el que ha leído diez, sabe cuánto le resta por aprender, que siempre
ha de ser casi todo.
La clase de Don Julio, porque de eso se trata, del
privilegio de asistir a las enseñanzas y dudas de un maestro, está sembrada de
indicios y posibilidades que desde su inconcreción aporten un fresco general de
la vida en la vieja población de Urunia –en sus diversas acepciones-, motivo de
nuestra reunión.
Partiendo de un hecho capital, el de Urunia como
cabecera de ciudad romana, pasando a partir del año 70, bajo el gobierno de
Vespasiano, al rango de municipio latino se pergeñan las pinceladas de un
cuadro de vida, el de aquellas gentes que nos siguen hablando desde muy lejos, en
un tono apenas perceptible, pero entendible si prestamos atención, sobre sus
vidas y quehaceres, sobre sus ganados,
el trajín de las minas en Sierra de Gata, sus dioses y política como
testimonio de la convivencia y exponente de una estrategia de integración
silente, la del conquistador invencible más aún en la paz que en la guerra.
Fecha importante es la de la donación de sus
terrenos al obispado de Ciudad Rodrigo en el siglo XII. Ahí es donde muchos
restos son trasladados y las historias se mezclan –esa preciosa ara dedicada a
Domiciano que tanto me gusta desde chaval-, cuando los orígenes y rango de
aquella Civitas Augusta o Miróbriga se ven afectados, incluso hasta el emblema
de nuestra ciudad comprometido.
Julio Mangas midió el diámetro del fuste de las Tres
Columnas cuando fueron trasladadas en 1973 a su ubicación actual y advierte que
coincide con el de las basas que se hallan en Irueña, lo que podría explicar su
origen, comprometiendo el relato histórico, armazón de identidad, lo que
invita, además de continuar con las investigaciones, entre ellas el inevitable análisis
petrográfico para confirmar o descartar esta hipótesis. Aunque entiendo
imposible el anhelo, concibo la Historia
como tendencia a ciencia aséptica, a la recopilación e interpretación de hechos
y datos que nos ayudarán a construir el relato cuyo finalidad o mito me han de
ser por completo ajenos.
Ahí están también otras huellas y restos que nos
siguen proporcionando pistas, algunas de reciente hallazgo como el miliario o
el sarcófago en el molino del Sobrao, la cabeza del verraco o las alrededor de
quinientas piezas encontradas en el cauce del río. Pieza a pieza construyen el
relato de una historia que comienza desde los pobladores locales que se
integran en la forma de vida importada más allá de los Pirineos aun conservando
divinidades y estilo local, y que finalmente se pierde hasta el abandono de la
población, probablemente progresivo a partir del siglo III, para entrar en esa larga
etapa de visión tan escasa y oscura en nuestras tierras, que se sigue
estudiando con pasión y tesón por unos pocos (restos de la Genestosa).
Todo son líneas para investigación –como por ejemplo
la raíz romana de los molinos, algo sí confirmado en todos los países
limítrofes que aquí no ha merecido atención- que, en la medida de lo posible,
ofrecerán respuestas. Respuestas que se ocultan bajo el manto del silencio
protector de la tierra húmeda, aguardando su momento para confirmar o desmentir
mucho de lo supuesto y publicado.
En la segunda charla, impartida por Emilio Vidal Matías, Coordinador de
Patrimonio Histórico de la provincia de Salamanca se nos cuenta el ejemplo de
la marca “Territorio Vetón” que acoge la
experiencia con los castros de Las Merchanas en Lumbrales y Yecla de Yeltes.
Se nos hace un repaso de su proceso de rehabilitación
y revalorización en el siglo XXI, actuaciones y posibilidades reseñables tanto desde
el punto de vista científico o histórico como de su configuración como centro
visitable, exponente del turismo arqueológico en el que esa suerte de parque temático ha de ofrecer
estímulos al curioso, como esas imágenes idealizadas en paneles de lo que pudo
ser esa convivencia de los de aquí con los de allí, de las construcciones romanas
con las de los nativos, además del necesario pequeño museo o aula de
interpretación.
Algunas de esas preguntas o hipótesis encontrarán
respuestas más atinadas cuando se comience a trabajar en el castro, cuando se
ejecute el proyecto encargado por la Dirección General de Patrimonio de la
Junta de Castilla y León, ya aprobado. Manuel
Carlos Jiménez González, arqueólogo encargado de la redacción del proyecto
con Ángel León Ruiz y José Carlos Marcos Berrocal, nos ofrece la última charla
para cerrar las jornadas.
Respecto al devenir puramente administrativo, sobre
la titularidad del objeto de desvelos, se trata de un paraje expropiado por
la Confederación Hidrográfica del Duero
que pasará próximamente al Ayuntamiento de Fuenteguinaldo.
A la vez que nos describe la dura recogida de datos
para la elaboración del proyecto, el estado de
distintas partes del castro y las vías de actuación que se proponen, nos
vamos quedando con datos y curiosidades que ya no marcharán de nuestra memoria:
1822 metros de muralla, 14 hectáreas, 3 puertas, la bautizada “calle” por
Domingo Sánchez similar a las puertas de Merchanas –mismas cornisas-, la zona
de los “casetones” como la más poblada, donde se adivinan muchas
construcciones, el foro pecuario, los hornos, el verraco de Tabera de Abajo
probablemente muy similar a la famosa “yegua”.
Verraco de Tabera de Abajo
Se nos detallan los posibles itinerarios de visita y
la señalización una vez se ejecute el proyecto además de su presupuesto.
Manjarrés apunta que quizá fuera mejor no ser tan ambiciosos, excavar una
pequeña zona y mantenerla limpia, porque si pretendemos trabajar una zona muy amplia
puede que en poco tiempo se encuentre de nuevo intransitable. En fin, tengo cuarenta
y cinco años, espero ver en todo su decadente esplendor un paraje, no lo
olvidemos, de indudable belleza, balcón privilegiado sobre el Águeda, mirador
encantado, otro seguro estímulo para el posible visitante.
Al final se coló por una esquina, pero se venía
haciendo raro que en un artículo sobre Irueña no apareciera un nombre: Domingo
Sánchez. Acabamos con él, con el que casi lo empezó todo, cuya figura aparece sobrevolando
toda la charla, y con ello me quiero despedir, con Don Domingo Sánchez Sánchez, humanista discípulo de Ramón
y Cajal, un hombre del Renacimiento que viviendo en tiempos convulsos, con su
entusiasmo como motor, llevó a cabo a principios de los años treinta la
excavación puerto de embarque o mejor puente, la que provocó la comezón de saber, la de seguir
sabiendo que hay ahí casi cien años después, esperando el siguiente paso al de
aquel hombre extraordinario que se propuso resucitar aquella “fortaleza arruinada”,término
que figuraba en las respuestas del Catastro de Ensenada del XVIII, y que
tristemente se sigue ajustando a la realidad.
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ResponderEliminarMuchas gracias Abel por tus palabras e interés en nuestra comarca y su historia mas antigua. En nuestro blog podéis encontrar enlace a los vídeos de las distintas ponencias: http://amigosdeiruena.blogspot.com.es/2016/08/las-i-jornadas-sobre-iruena-en-video.html
ResponderEliminarSalus.