domingo, 11 de agosto de 2019

Animal con animal




Tres grandes películas de los últimos meses traspasadas por un nexo común.

Las vidas de sus personajes protagonistas, sus modos de habitar un espacio geográfico determinante, sus rumbos existenciales, todos mediatizados por su relación con los animales que los acompañan, sean caballos, vacas o perros.

Por más que lo intenten, las relaciones con los humanos requieren de unas reglas y códigos que ellos, seres inadaptados, nunca dominarán, lo que los convierte en sospechosos y finalmente marginados. Sin embargo, la comunicación con el animal puede ser exigente o peligrosa, mas  básicamente honesta, cómplice y pura.

Películas que convierten un diagnóstico de saneamiento vacuno en una verdadera película de suspense donde el mal está encarnado por un difuso sistema administrativo de ascendencia kafkiana

Películas que disertan sobre la duda existencial de si merece la pena seguir adelante cuando  la vida se reduce esencialmente a mirar el horizonte de un espacio infinito desde lo alto de un caballo, con una cultura bella, absorbente y totalizadora, con unas claves supongo muy cercanas a la de la cría de ganado de lidia de nuestras tierras.

Películas que enfrentan la ternura y la bondad frente un entorno asfixiante moralmente miserable, en una batalla mortalmente abocada  al fracaso tras recorrer una senda con las pertinentes dosis de angustia y dolor.  

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