Pongamos que hablo de baloncesto.
Pongamos que hablo de trabajar en común en una dirección.
Pongamos que hablo de solidaridad sin dobleces.
Pongamos que no importe el yo, que solo nos sirva el éxito
del grupo, que si no empujamos todos, no cuenta.
Pongamos que cada palabra de ánimo, compromiso y confianza mutua, no albergue ni duda ni trastienda.
Pongamos que llegar a
lo más alto, aun sabiendo el camino o precisamente por saber el camino, sea más
complicado que nunca.
Pongamos que pocos crean en ti.
Pongamos que la única respuesta sea trabajo y compromiso.
Pongamos que no baste, que se necesite ser serio, ser listo, ser otro; cambiar tus formas de hacer, de afrontar cada batalla porque ya no eres el mismo, porque te volviste más viejo pero más duro, más débil pero más tenaz.
Pongamos que el nombre escrito sobre el pecho de tu camiseta exija más que a los demás, que eso dificulte
parte del camino.
Pongamos que, al tiempo, ese mismo nombre facilite parte del camino.
Pongamos que haya mucho de cierto en esa misteriosa energía fluyente desde lo hecho oscuramente con
esfuerzo y paciencia.
Pongamos que la única alegría pura sea la merecida.
Pongamos que por una vez el discurso sea real, que lo que se
dice es, que no exista miedo a conocer la verdad, que la fuerza del vínculo que se transmite sea tal, sin puntos débiles, sin rémoras.
Pongamos que hablo de lo bien hecho, por ser bien
concebido y ejecutado.
Pongamos que no hubiera importado no haberlo conseguido
porque nada hay que reprochar a lo bien dispuesto.
Pongamos que hablo de sueños.
Pongamos que hablo de corazón.
Pongamos que hablo de España.
Pongamos que hablo de ponerse esa camiseta cada día.
Pongamos que hablo de baloncesto.
Pongamos que no.
No hay comentarios:
Publicar un comentario