domingo, 13 de octubre de 2019

Cultura a beneficio de inventario


Acostumbrado a transitar carreteras portuguesas, hay algo que no deja de llamarme la atención, me refiero a la destacada cartelería, tanto por diseño como por abundancia, de señalización de lugares de interés cultural, principalmente de carácter histórico o artístico.

No se estila por estas tierras este desvelo. Ilustre muestra es el hecho de que hasta hace bien poco no existía en nuestra A-62 señalización de todo un enclave Patrimonio de la Humanidad como Siega Verde.

No encontrándose esta no disposición en el ámbito de lo no factible por razón de limitaciones presupuestarias, sino en el puro olvido en el diseño de líneas estratégicas, o en la simple dejadez, me pregunto por la razón de esta falta de interés por dar relevancia y difusión a lo históricamente atesorado.

En esa labor denominada con una expresión tan política e institucionalmente sobreutilizada como es la de puesta en valor, debería formar parte integrante esencial la difusión y la adecuada puesta en conocimiento del objeto a preservar.

Resulta indudable que es imposible conservar todo el patrimonio en peligro. Las alertas que trascienden a los medios casi a diario, constituyen el exponente más acuciante de la pandemia que afecta mortalmente a un amplio elenco que va desde la clásica ruina de pueblo abandonada hasta nuestros agonizantes cascos históricos, casi todos con el marcado destino de parques temáticos para el esparcimiento y/o jolgorio turista.

Esas denuncias de abandono exigen una inyección de recursos que jamás podrá llegar a todos los frentes. Es algo evidente para alguien que maneje Presupuestos, propiamente de sentido común para cualquiera,  aunque nunca lo he escuchado decir claramente; puede  que ocurra algo parecido al problema de las pensiones, mejor no meneallo hasta que se llegue al punto de no retorno de un sistema insostenible y entonces… ya se verá. Ante esa tesitura, se imponen dos líneas complementarias de actuación: por un lado la consolidación en la medida de lo posible, por otro la exhaustiva documentación de todo aquello en trance de desaparición para su memoria y estudio futuros.

Relacionado con ello y volviendo al inicial planteamiento, se me hace difícil entender esa falta de interés por señalar de una forma más digna y eficaz todos esos emplazamientos de interés para un visitante que muchas veces desconoce tal posibilidad. Al final se trata de aportar algo más de piedra al cimiento, algo más de esperanza a un difuso proceso de conservación y reivindicación.

Ese patrimonio son calles que nos comunican con el pasado, el que forma parte de nuestra identidad, que nos hacen reflexionar sobre lo distinto y similar de la relación de otros hombres con su tiempo, que siempre tendrá algo del nuestro. Ese olvido se me antoja algo de falta de consideración y respeto hacia nosotros mismos.

Trabajo en la Administración y sé de lo costoso de mantener ciertos servicios; tal vez por eso trato de ser comprensivo con mis abundantes tentativas fallidas de conocimiento o examen de piezas o enclaves, y es que aun prevenido en horarios, varias veces me he encontrado puertas cerradas y viajes baldíos.

Ya me cuesta más entender que durante semanas de gran afluencia por todos lados –primera quincena de agosto, por ejemplo-, no se respete lo anunciado públicamente, bajo la triste excusa de una hoja de cuaderno pegada en la puerta donde se lee: “Disculpen las molestias”; o no se  atienda a nuestro “Ábrete, Sésamo” particular, en forma de número de teléfono al que nadie contesta.

Tal vez sea casualidad, pero mi experiencia en Portugal en ese sentido siempre ha sido más positiva, con puertas cerradas que a menudo e inesperadamente se abren al visitante, como en este caso:

Inscripción de 1496 de la futura sinagoga de Gouveia, la que nunca fue construida al decretarse la expulsión de los judíos ese mismo año. Refleja la difícil situación de la comunidad, refiriéndose a la gloria que ha de volver.

Y es que no sé si se llega a entender que el interesado transmite a su vuelta lo conocido y admirado.

No sé si, a pesar de grandes principios y aspiraciones,  mucho de este mundo se nos queda en palabras y tratamiento institucional de cartón piedra.

No sé si se llega a comprender que esta labor es gota de agua que acaba calando entero, que si no hay gota, no hay pasado, que sin pasado y sin herencia, hay vida pero es otra; que no se trata de una herencia a beneficio de inventario pendiente de aceptación, que sin esa herencia tal vez seamos, pero siempre más pobres.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario