2003. Había pocas carreras entonces, corría poca gente
entonces. Los que corríamos por Ciudad Rodrigo éramos tipos raros, perfectamente
identificables. Muchos no entendían por qué lo hacíamos. Hoy muchos de aquellos
siguen sin entenderlo, claro, pero muchos otros, algunos más que
sorprendentemente, se pasaron a nuestro bando y hoy corren a nuestro lado. Hoy las tardes mirobrigenses se llenan de tantos
corredores que ya ni yo conozco a la mayoría. Quiero creer que factor
determinante en el nacimiento de esta escena atlética popular, fue nuestra media maratón.
¿Por qué nació la media? ¿Qué buscábamos? Tal vez la
respuesta que más se ajuste a la realidad sea la de compartir una afición, más
que una afición, una pasión. Pero las pasiones, en principio, positivas, tienen
su lado malo. La pasión es buen combustible para comenzar, pero también
arrastran un problema: distorsionan la realidad, y ahí están siempre los tozudos
hechos para enfrentarse al anhelo de unos pocos.
De frente, de primeras, parece que si eres corredor,
no debería resultar tan difícil organizar una carrera, al fin y al cabo conoces
el mundillo, pero al final, todo es más complicado de lo que parece. En 2003
éramos 100 corredores, hoy casi 1.000, pero el problema, aunque lógicamente multiplicado,
paradójicamente, viene a ser el mismo, viene a ser uno: mantener la ilusión y
las ganas frente a la obstinación de unos problemas que nunca acaban de ceder o
ser menos.
Es entonces cuando los pequeños reveses u obstáculos
que necesariamente se han de presentar cada edición en una empresa de este
tipo, pueden minar las fuerzas hasta, si existen fisuras en tu convicción, terminar
por ganar la batalla, como nos ocurrió a
los Jaramugos cuando, después de cuatro ediciones, decidimos rendirnos y dejar
morir nuestro proyecto.
La recuperación en 2011 fue de la mano de los
conocimientos, profesionalidad y recursos de Juan Carlos y su Rincón Oeste. Poco
después se incorporaron Cazahitos, a los que sí hay algo que le sobra, es la
ilusión por trabajar. Y esa puede que sea la base para que un proyecto como
este se mantenga en pie hoy y por muchos
años más: la ilusión y el trabajo.
La clave es engañarse y no creer que tareas
rutinarias y engorrosas, lo sean, tratando de mantener en mente un ideal
intacto y siempre presente, que no puede ser otro que el de que esos cientos de corredores que han
elegido nuestra carrera como su pequeño o gran reto, que han depositado su
confianza en nosotros, además de sus familias y acompañantes, cumplan con sus
expectativas y regresen. Y en ello estamos, aún convencidos, fuertes, y
pensando ya en 2016, pendientes de si decidimos abrir la mano a más de 1.000
corredores, lo que no deja de provocar algo de vértigo. Se verá.
A continuación seguro charlaremos sobre muchos de
esos problemas que nos angustiaron en el pasado o se presentan cada año,
pero la llave para que todo el circo siga en marcha es creer que diez
años después, vuelve a ser una primera edición, que se ha de levantar la carpa
de nuevo, o subir el telón y anunciar que comienza la representación una vez
más. Ahí deben estar los nervios, el
cabreo, el amago de decisión siempre postergada de abandonar la organización y,
siempre, al final –esperemos que mañana por la tarde también-, esa cálida satisfacción
que, recurrente y familiar, te vuelve a engañar para susurrarte: otro año más y
me retiro.
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