sábado, 13 de febrero de 2021

Todos somos Ulises

 


Hace unas semanas compartía en redes  esta cita de Chesterton: Toda gran literatura ha sido siempre alegórica: alegórica de alguna visión del universo en su conjunto. La Ilíada es grande solo porque toda vida es una batalla, la Odisea porque toda vida es un viaje, el Libro de Job porque toda vida es un enigma. Los feligreses en esa rara secta de la Antigüedad Clásica sabemos que se puede ir incluso más allá y afirmar que todas las vidas y historias se reducen a una, contada por Homero hace casi tres mil años, la de los diez años del regreso de Odiseo a su hogar tras la guerra de Troya, porque toda vida no es más que un viaje, porque todos somos Ulises. Palabras que son un balón al pie para contar la última peripecia en mi vida, un giro vital importante.

Las circunstancias me obligaron a tomar una decisión que me convenía profesionalmente desde cualquier punto de vista. Tengo el gran privilegio de poder decidir y recuperar el control y es lo que he hecho. Pasado un mes, las incomodidades del periodo de adaptación y la distancia en poco se han quedado, tanto por las facilidades y gentes encontradas como por mi actitud para encarar obstáculos, forjada en la resistencia atlética, la que determina restarle importancia a meras contrariedades temporales de carácter físico o anímico, a las que jamás se ha de permitir convertirse en centro vital. 

Cambiamos de rumbo, continuamos viaje , abandonamos a  Calipso y encaramos nuevo destino. El tiempo dirá cómo resultó cuando se resuelva el enigma, pero en eso consiste vivir, en seguir remando, acumular experiencias, crecer, extrayendo  todo lo bueno de un nuevo reto que me exige más responsabilidad, estudio y trabajo. Por ahora poco me pesa el pasado, nada echo de menos profesionalmente de una etapa para mí muy fructífera,  pero que, tal vez por la desafortunada-afortunada circunstancia de la transitoriedad, sentí durante mucho tiempo sellada por cierta desconexión espiritual. Ahora solo pienso en futuro, en hacerlo bien y estar a la altura. 

Regreso al pueblo, a ser Secretario de ayuntamiento de pueblos, a una vida y un entorno que, tras mi primera toma de contacto de antaño, cuando no estaba preparado ni por formación ni por experiencia ni por temple, echaba más de menos de lo que pensaba. Durante estos últimos tiempos  en la Corte  he sentido que perdía contacto con la vida real, añorando de una forma difícil de explicar la conexión con la tierra y la gente. Una tierra extraña, una Castilla de plano infinito de la que efectivamente emana algo de trascendente y místico, que aun siendo difícil de expresar,   seguro que no tardando intentaré dar forma en palabras. 

Continuo viaje, dejo gentes que saben que quiero y aprecio por el camino, algunos muy especiales en mi vida,  que me hicieron crecer o descubrir partes de mí que desconocía, con los que seguro, de una u otra forma, me volveré a encontrar en el futuro. El mañana aguarda, un mañana por construir con ellos y con todo lo aprendido, con muchos y mucho más por conocer, con todo por escribir. Es tiempo de zarpar. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario