Aunque sea opinión
común lo de echarle huevos, los títulos no se ganan solo con coraje. La
sensación de solidez percibida por ellos mismos y por sus rivales, la
convicción de antaño de que el guion de cada partido lo escribía España y de que solo de
ellos dependía que descarrilara el
desenlace previsto volvió a aparecer en los asaltos decisivos. Y esa
convicción o temor pesa, especialmente en una final, especialmente con Francia,
interiorizado el miedo a perder con España una vez más.
Sobre el ascendiente de España sobre el rival planea otro
ascendiente, el de una magistral dirección técnica que lució especialmente en el colapso
final de Lituania con las defensas alternativas. Scariolo ejerciendo de gurú ya
nimbado de gloria –dato importante por el complejo asociado al que espera el
combate- transmitiendo la ya ancestral
fórmula de una camiseta que perdona perder pero no darse por vencido, no dejar
de competir. Scariolo, el maestro, el sabio, elige la forma y las armas que unos singulares guerreros sin ego acatan sin
dudar, tanto en la victoria como en la derrota. Sin embargo, en el fondo siempre se trata de lo
mismo, solo se trata de compromiso, solo se trata de creer que podemos hacerlo una vez
más.
Como en el baloncesto, como en la vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario