lunes, 19 de septiembre de 2022

Cuestión de ascendientes


No sobrevive el más fuerte sino el que mejor se adapta al cambio. Esa máxima darwiniana, ya puesta en práctica en un inesperado Mundial 2019 –en cierto sentido más fácil que un europeo donde  todos los rivales son de entidad-, se mostró ayer en todo su esplendor tras la consecución del Europeo. Tenemos buenos jugadores, no los mejores, pero sí el mejor equipo. Y si vencen es porque creen que pueden, porque creen en  ellos mismos y en sus compañeros, porque la historia les obliga a competir y porque puede haberlos que luchen tanto pero nunca más.

Aunque  sea opinión común lo de echarle huevos, los títulos no se ganan solo con coraje. La sensación de solidez percibida por ellos mismos y por sus rivales, la convicción de antaño de que el guion de cada partido lo escribía España y de que solo de ellos dependía que descarrilara  el desenlace previsto volvió a aparecer en los asaltos decisivos.  Y esa convicción o temor pesa, especialmente en una final, especialmente con Francia, interiorizado el miedo a perder con España una vez más.

Sobre el ascendiente de España sobre el rival planea otro ascendiente, el de una magistral dirección técnica que lució especialmente en el colapso final de Lituania con las defensas alternativas. Scariolo ejerciendo de gurú ya nimbado de gloria –dato importante por el complejo asociado al que espera el combate-  transmitiendo la ya ancestral fórmula de una camiseta que perdona perder pero no darse por vencido, no dejar de competir. Scariolo, el maestro, el sabio, elige la forma y  las armas que unos singulares guerreros sin ego acatan sin dudar, tanto en la victoria como en la derrota. Sin embargo,  en el fondo siempre se trata de lo mismo, solo se trata de compromiso, solo se trata de creer que podemos hacerlo una vez más.

Como en el baloncesto, como en la vida.   

 

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